lunes, 7 de noviembre de 2016

"My teacher has green eyes, red hair and she is nice."

La pluralidad y la diversidad parecen penadas, y así, cada uno tiene que seguir su lucha. Normalmente por separado, porque la segregación es lo único que parece no estar penado.

¿La lucha de los niños quién la hace? Si ni siquiera sus propios educadores (tanto profesionales como padres) dejan de establecer una relación de poder-sublevación. Si ni siquiera el país, genéricamente hablando, piensa en ellos. No es un país para niños. Son ninguneados, engañados, manipulados… Pero esto es lo “menos" jodido que se les puede hacer. Lo de quitarles su identidad es otra historia. Estamos dejando a los niños sin identidad porque les obligamos a hacer cosas que ellos preferirían hacer en otro momento y, además, lo hacemos constantemente. No hablo de cosas que son necesarias que hagan por su propio bien, entiendiendo por propio bien aquello que realmente lo es, no lo que pensamos nosotros (con nuestra mente turbada de adultos) que es. Pero, ¿quién sabe cuál es la identidad de los niños, si es una sociedad pensada para las necesidades de los mayores? Una vez, una sabia conocida me dijo que aquello que les gusta a los niños siempre nos gustará a nosotros y que, ya que en este mundo pasarán ellos más tiempo, lo justo es que lo hagamos a necesidades de ambos, o lo que es lo mismo, a sus necesidades. Pero se nos olvida una cosa: dejar de olvidar que una vez fuimos niños. 
Practicamos la empatía (menos de lo que deberíamos, debo decir) con los mayores, pero no nos paramos a pensar qué siente un niño, qué piensa un niño, qué puede necesitar… Pensamos que un niño es una muñeca de éstas que promocionan constantemente en Navidad, que habla si la empujas a hacerlo presionando un botón, se las puede alimentar y las hay que hasta duermen. Fabricamos cosas para niños y las creamos nosotros, los mayores. ¿Quién nos ha dado esa libertad total? Luego nos da en la cara el mal uso/uso incorrecto del objeto/lo que sea que hayamos creado por parte del niño; como si hasta el descubrimiento de la vida, del juego y de las experiencias lo tuviesen que hacer como nosotros queremos. Pero, me atrevería a aventurar, que los niños son muchos más creativos que nosotros, no tienen nada de lo que envidiarnos. Tienen la apertura mental de alguien que está vacío y dispuesto a llenarse, utilizan el método científico sin saberlo, tienen sentido crítico desde pequeños puesto que van a cuestionar todo el mundo (conceptual o físico) que has hecho tanto hincapié en crear para él… Quizás es eso lo que nos fastidia: que alguien nuevo e inexperto venga a cuestionar algo que ya tenemos bien formado. Error el nuestro ese de caer en el enclaustramiento de la vejez, llegando así, otra vez, al punto del arrebatamiento de la identidad del niño. Ese cierre mental no es más que la coartación del nuestro niño interno. Otro más. Les quitamos la identidad y además ahora el sentido crítico, año tras año, en todos los ámbitos. ¿Y ese es el futuro del que depende el mundo? ¿Seres sin identidad? Día a día gastamos energía en quejarnos sobre la mala Educación que hay, pero amigos, la educación la prohibimos nosotros en el momento en que contenemos las ganas de vivir de los seres más puros, de la naturaleza propia: el caos con cierto orden. Eso son los niños. Tememos que en nuestro mundo de estructuras se descuelgue algo, porque necesitamos creernos seres estables y maduros. Como si no estuviésemos en constante cambio, como si no tuviésemos una base estable de la que siempre hemos partido, desde que nuestra mente empezó a darse forma...

Para que la sociedad cambie necesitamos establecer una relación de armonía con nosotros mismos, y, por ende, con los niños.Cuando todo está en armonía no es necesario probar los límites de nadie y se crea un todo que se desarrolla conjuntamente.
Necesitamos olvidar y des-olvidar. Olvidar que los niños son inferiores a nosotros y des-olvidar que algún día fuimos niños. 
Necesitamos dar amor a nuestros sucesores, porque es el abono natural y universal, que muchas veces evitamos utilizar porque requiere más trabajo y más salidas de nuestra maravillosa zona de confort, cayendo en lo insustancial y frío de la instrucción sin propósito alguno mas que el propio. Si les quitamos el derecho a lucha con nuestros actos/palabras, ¿quién luchará/pensará por/en ellos entonces?
                                                                                                                                       -K.

martes, 1 de noviembre de 2016

"Cómodo. Sagrado. Adiós."

Adíos cauteloso, paradoja de todo lo sonoro que desprendía como si lo malgastase.
Y los espectadores, actores de segunda, con la risa de alguien que cree que ha triunfado, lloran.
Sin causa, con pausa, con cara confusa, lloran.
Un reloj desciende contabilizando cada gota, necesidad que quedó en nada con un giro de manecilla.
Todo seco. Ojos secos.
Todo mojado. El ambiente encharcado.
Todo claro. El presente cristalino.
Al final todo significó algo. ¿Al final "todo" significó "algo"?

                                                                                                                             -K.

viernes, 29 de julio de 2016

Mirada perdida a la comprensión.

Puse los horizontes y el punto de fijación más profundos, y lejanos a la vez, de la superficie para permitirme perder una vez la mirada en un deseo real. Descubrir un mundo nuevo desde unos ojos y un cerebro nuevo. El miedo del principio no lo decía en alto, pero si estaba ahí era por algo e incomodaba el muy cabrón. Primer día con nuevo cerebro y ojos nuevos. La torpeza es real y comprensible, pero la ilusión se ha hecho material. Un solo cerebro nuevo dividido en miles de trocitos chiquitines y diferentes. La cantidad enorme de peculiaridades de cada uno era como obras de arte por desmenuzar y descubrir. No me costó mucho mirar a cada uno de ellos con asombro y amor. Y hasta puedo decir que me identificaba con ellos, aunque a día de hoy no sé si esta sensación fue a priori o después de pasar un mes con ellos.
Los segundos, terceros, cuartos días, etc., el cerebro y ojos nuevos se adaptaban mejor. Vas conociendo las pequeñas costumbres repetitivas de cada uno. Hasta de los que no tienes que estar pendiente. Casi siempre me encontraba con miradas perdidas, pero cuando me encontraba con una que me miraba de frente, sólo hacía eso: encontrarme. A veces me hablaba como si me pidiese que le contase qué estaba pasando por mi cabeza, puesto que con su boca no podía. A veces sonreía. Eso era lo mejor. Yo hablaba. Pobre de mí, con ese pensamiento de que todo se lidia hablando. Me creía ignorada, pero no. Esos chiquitines sabían perfectamente hasta la última palabra, pero tú lo intuías por su forma de expresarlo. Te hacían ver que la comunicación es muy amplia, sólo si quieres y tienes ganas de entender.
También aprendí de esos pequeñines que la soledad no es tan mala como parece. Yo ignorante, me dejaba invadir por la pena hacia esa soledad suya. Ellos venían y me daban un abrazo y un beso dándome una respuesta amplia e inmediata a mi pena sobre su soledad. Más que una respuesta, una lección. Y aunque a veces parecía que siguiesen solos y su mirada no se dirigiese a ti, sus actos y sus palabras, si les salían, sí. Su mirada podía perderse acompañándote durante larguísimos minutos y haciéndote saber que estaba en este mundo mostrándote de vez en cuando que estaba ahí contigo. A gusto. Tranquilo. Calmado. Pausado. Quién sabe si reflexivo.
No todo era calma, por supuesto. “Moverse es sinónimo de estar vivo” y sí, ellos lo estaban. A veces demasiado. A veces, intentando ver que lo estaban, infringían daño por estar soportando convenciones innecesarias en su mundo y tan arraigadas en el nuestro y a nosotros, que nos dedicábamos a hacérselas ver sin reparo alguno. El daño significaba “¿por qué, maldita sea?”. Una de esas convenciones era la mentira. No soportaban la mentira, el chanchullo, el maquillaje de situaciones y el descubrimiento de la realidad mucho después. Quizás aquí fue donde más me identifiqué con ellos, por ello recibí cada uno de los golpes metafóricos y reales sin enfado y con paciencia.
Siguiendo con la ausencia de calma, recuerdo el papel de los chiquitines y la importancia del nuestro. Podrían intentar muchas veces ponerte al límite y tu error sería siempre verlo como el enemigo al que hay que exterminar. Lo acertado era la disciplina en valores y en emociones. Era divertido recordar en voz alta cómo te estabas sintiendo. Aprendías que era una cosa que no hacías ni tú para ti mismo. También tenían frustración física inevitable y fruto de la prisa de éste nuestro ambiente con ruidos de todo tipo y agobios de todos los colores. La frustración le golpeaba, le tapaba los oídos, sollozaba, etc., como manera de evitarla.
Lo cierto es que no todo era tan duro. Muchas veces, o la mayoría del tiempo, podría llamarse agotador, sin ser sinónimo de algo pesado e inaguantable. El aprendizaje, el cariño, la comprensión, la atención, nuevas perspectivas, vitalidad, etc., que recibías de ellos, pesaba mucho más.  Y eso no se podía pagar.
Lo  cierto es que costaba no levantarse con ganas y tener la certeza de que, aunque ellos sean más de patrones repetitivos,tú siempre ibas a descubrir algo nuevo. Y esa era la magia de llevar un cerebro y ojos que no eran tuyos: estar dispuesta a comprender la novedad y apreciarla como tal.
No estaba sola en esa tarea, me acompañaban día a día, haciendo todo más fácil. Y oye, al final, cuando estás pillando el truco de magia, tienes que recoger el espectáculo.
Con buen sabor de boca. Y sonriendo con la mirada. ¿Qué más da si perdida o no? Siempre habrá un interlocutor dispuesta a encontrarla.

Y joder, muchas gracias.


miércoles, 22 de junio de 2016

Emptiness.

No sé ni por dónde empezar. Siempre que quiero analizar una situación, parto desde un punto fijo irrebatible para buscar una base sólida. ¿Dónde está el fallo entonces? Que no hay base sólida, no sé hacia dónde remontarme. No hay nada. O hay tanto que acaba cayendo por su peso o lo acaban haciendo caer y acaba siendo nada. Entonces me remonto a una verdad aceptable: no hay nada. Vacío. Miro a mi alrededor, levanto piedras, escavo tierras llenas de piedras, buceo en aguas pantanosas…y nada. Vacío. Da rabia que se vea algo tan mundano, con la cantidad de estímulos que tenemos al alcance. Da rabia que no queramos verlos, que lo blanco sea negro y que lo negro sea denigrante. Que lo triste sea motivo de risa y que la risa sea de todo menos genuina. Que lo complicado sea divertido y merezca perder tu dignidad por ello, y que lo real y suficiente no sea necesario y no merezca ni tu tiempo. La esperanza falsa del “llegar a ser algo”, “llegar a ser alguien”, sin calcular si a este ritmo podríamos llegar a algún lado. O si es necesario llegar a eso. El anhelo de algo que no eres y quieres llegar a ser te nubla y ves cualquier forma válida para conseguirlo. Cualquier forma. Causa y efecto. ¿Y qué pasa con el proceso? Abarca demasiadas cosas para poder controlarlo. Joder, ¿cómo vamos a anhelar ser algo si ni siquiera anhelamos el proceso que es tan nuestro, que es tan nosotros, que es nuestra elección? ¿Cómo pretendemos no encontrar que se nos devuelve lo que proyectamos en el exterior? Amamos vacíamente, nos aman vacíamente. Hacemos algo que no nos gusta, tenemos al final un producto que no nos gusta (trabajo, estudios, educación…). Robamos aspiraciones, nos arrebatan las nuestras. Amargamos al de al lado, nos amargan a nosotros. Y el que más me gusta: decimos que nos queremos a nosotros mismos, y nos quejamos de que no nos quieren. Igual hay algo que no estamos haciendo bien, igual hay algo vacío en esa última frase que parece lleno… como todo. 

                                                                                                                                       -K.

viernes, 15 de abril de 2016

14 de abril: otro manifiesto. Otro punto de vista.

Voy a dejar atrás lo de repetiros qué conlleva la LOMCE o el 3+2 y yo voy a hablaros de vosotros y de la educación. Ayer, preguntando a la gente sobre si asistirían o no a esta concentración me encontré con varios argumentos como: “no tengo tiempo para esas cosas”, “no afecta a mi carrera”, “si al final siempre hacen lo que quieren” … Vosotros, que estáis aquí, cuando escucháis eso, ¿qué pensáis? Os voy a decir lo que pienso yo: tonterías, siendo muy suave. La educación no es sólo nuestra, de los que estamos ahora, aquí, en este mundo. Lo que va a quedar irá para nuestros hijos y sucesores. Pero creo que, aunque éste sea un motivo lo suficientemente importante como para pelear por tus derechos, va más allá. Se trata de elegir lo que quieres, pensar en lo que quieres y hacer lo que quieres. Vivimos unos días en los que pararse a reflexionar sobre algo que nos concierne o no, es de “pseudo-filósofos”, porque nos dan todo hecho y nos gusta eso, es mucho más cómodo. ¿Eso es lo que queremos?
Lo primero que tenemos que pensar qué tipo de educación nos gustaría tener y, creo, todos estamos de acuerdo en que fomentar el concepto de inteligencia vigente hoy en día, no es lo que queremos. Este concepto es aquel que mide tu capacidad de memorizar y ser el más competente y mejor en todo tipo de calificaciones. ERROR. Ya establecía Howard Gardner, un profesor de la universidad de Harvard, que había 8 tipos de inteligencias y hasta se está explorando la posibilidad de que haya una novena. 8 tipos, ¡guau! Inteligencia musical, inteligencia interpersonal, inteligencia espacial, inteligencia lógico-matemática, etc. ¿Por qué se obvia eso? ¿Dónde quieren llegar al no estimular todos esos tipos de inteligencia? Creo que hay una realidad latente que cada día deja de serlo, o esa es mi esperanza, y es que no elegimos para nada lo que queremos y tampoco nos importa, que es lo triste. Con enfocarnos en lo que quieren de nosotros, al final acabamos vacíos, cansados y sin saber quiénes somos, y eso no es educación. Educación es oportunidad, aprendizaje, elección, error, libertad… Si alguien ha visto Braveheart, sabe que ese tipo de locuras y de lucha por tus derechos, pueden tener un final feliz. Es pura y simple historia.

Para acabar, voy a mencionar una cita que vi hace un tiempo y me gustó mucho. Dice así: “creeré en la humanidad el día que el rincón de pensar deje de considerarse un castigo”.  La educación es algo más que un suplicio por el que pasar con pesadez y arrastrar por nuestros días. No dejéis que nos quiten su significado. Gracias y, ¡a ser felices!

                                                                                                      -C. Macías (14/4/16 - Albacete)

viernes, 8 de abril de 2016

El principio inocente que sólo quería tener a alguien.

Los principios de cada uno son el niño al que siempre puedes volver a agarrar de la mano. Al que si agarras fuerte, es como si caminases más rápido y mejor: por lo que dejas atrás mirando lentamente el adelantamiento y porque, sea como sea, el cambio es vida, es destrucción y, por tanto, creación, y eso es mejor que el pseudo-paso-de-los-días; es el niño que puedes tardar en coger de la mano, pero que, al decidir no dejarlo solo, te acepta sin juzgarte. Él te deja esa tarea a ti para que cuando lo descubras, te aferres a su mano más fuerte y lo lleves, si hace falta, hasta al baño contigo; es el niño que puede crecer, o no, que puede evolucionar, o  no; es el niño más puro e inocente. Así son. Así tiene que ser.
  
         
                                                                                                               -K.

viernes, 25 de marzo de 2016

Con amor, la que aún sigue siendo vuestra.

Cuando las noches y el café te ayuden a pensar,
Ya no seré tuya;
Cuando tus inteligencias inquietas,
Todas ellas casi capaces de hablar,
Quieran expresarse,
Ya no seré tuya;
Cuando invadas la piel de cada ser
Ayudándole a articular,
A fallar, a disfrutar, a soñar,
Ya no seré tuya;
Cuando tu respeto, a ti como ser y esencia,
Te haga no empuñar,
Ya no seré tuya;
El sueño de aquel anciano
No contemplaba ninguna posesión,
Aparte de un corazón en mano
Y ninguna intención podrida.
Entonces, quiere decir que algún día,
Remoto o no,
¿No fui tuya?
Crees que, si vuelvo a no ser tuya,
¿Lamentarán los años de libertad?




                                                                                                                               -K.

Reconducción de caminos.

Me persiguen esos monstruos ya hechos fantasmas del pasado. Me acorralan en un rincón haciéndome ver que no tengo nada que hacer para escapar, dándome la cadena que arrastran para que, a pachas, llevemos el peso del paso del tiempo estancado. Por una parte, acepto; por otra… me aliento a creer en mí. Es un aliento débil, que, por el desgaste, intenta recuperarse y ganar fuerza. Ese aliento tiene un demonio y un ángel que no discuten, están de acuerdo, piensan exactamente lo mismo. Y cuando dos personas piensan exactamente lo mismo siempre, una de las dos está pensando por la otra. El fuego de esa actitud apunta a que los pensamientos vienen del demonio, pero, ¿quién sabe? Igual es el ángel que me advierte y el demonio que me lleva a dar vueltas al lugar donde nada acaba siendo lo que es y todo es lo que era. Al fin y al cabo, con tanta vuelta, uno acaba olvidando que sólo tiene que coger el volante, parar y volver a conducir como si el camino fuese nuevo. Como si fueses tú la que conduces, pero sin que se note que estás siendo llevada, que los vientos hoy no te permiten seguir otro camino.

                                                                                                                                               -K.

viernes, 22 de enero de 2016

Vamos a ponernos guapos.

Expresarte sin expresar es lo suyo ahora. ¿Desde cuándo los sentimientos, las emociones, van precedidas siempre de un “me siento” y un clic indeciso? ¡Qué narices! ¡Ni sabemos expresar cómo nos sentimos por redes sociales! Y esperamos vivir con ganas, dejamos constancia de que llevamos a cabo el “Carpe diem” con una hora de publicación y una ubicación. ¡Cómo si el “Carpe diem” tuviese un aquí y un ahora inamovibles! ¡Como si no pudiese disfrutar la vivencia y después el recuerdo casi imborrable de cómo me temblaban las piernas cuando te esperaba! ¡Como si no tuviese el deseo constante de comerme la vida, la cabeza y las ganas con algo que yo quiera, cuando yo quiera! (Y como yo quiera).
Voy a mostrar mi cambio tan repentino de opinión y de estado de alguna red para justificar, constatar, explicar… ¿A quién? Que sí, que los cambios son geniales. Que hasta ese anciano que se sienta en el mismo sitio, en la misma plaza, con la misma gente, necesita cambiar de punto en la plaza para que el sol le ciegue un poco, y así por un rato ser un poco más feliz, y así por un rato disfrutar a pesar del latente malestar de haberse cambiado de SU SITIO, con mayúsculas. Pero cambia de lugar, sin más. No chilla en medio de la plaza haciendo ver a todos que lo ha hecho.
Las cosas demasiado estructuradas casi siempre ahogan, bien porque sea una estructura extremadamente pésima o bien porque la naturaleza está hecha de estructuras, pero flexibles y cambiantes, como la vida misma, como la rutina. ¿Que no cambia? Yo he visto a mi rutina cambiar, darse completamente la vuelta e incluso cuando era más o menos rítmica con un compás casi automático, siempre había algo diferente. El cambio era, es y sigue siendo renovador. Primero ahoga hasta que te saca el último atisbo de aire que tienes hasta dejarte vacío. Después, ese vacío materializado y ese "Cambio" todavía siendo "Ganas", te acompañan mientras andas, ríes, callas... Poco a poco las ideas de una transición aumentan tus ganas de saber, de ver toda la gama de alternativas que te pierdes y esa imagen de "Cambio" se va haciendo sólida. Finalmente, lo sólido se hace diamante hecho de determinación y ganas de dejarte el alma en algo. No es que las ganas de cambio sean pobres, sino que como diría mi madre “quien mucho abarca, poco aprieta”. Coge lo que más te preocupe, algo que sea relevante no sólo para ti, sino que para tu entorno natural.

Natural… ¿nos acordamos de cómo iba eso de estar en contacto con algo que no sea una máquina? ¿Nos atrevemos a dejar de exponernos, aunque nos cueste no ganar no sé cuántos “me gusta” de aprobación? ¿En todo ese alejamiento de lo artificial, nos paramos a pensar un ratito qué soy, para qué estoy en este suelo, qué puedo hacer para que todo (sin excluir nada de lo que pisa ese mismo suelo) vaya un poco mejor y creamos otro diamante que pueda ser eslabón de una especie de collar enorme? Va, vamos. Que la Tierra se va a ver preciosa con él, prometido.

viernes, 1 de enero de 2016

Feliz humanidad y próspera mejora nueva.

¿Que qué deseo? Si hay algo esperanzador es un nuevo comienzo, porque nos hace partícipes de esa maravillosa vista panorámica llamada hoja en blanco. Empezamos de nuevo, pero no sin ventajas antiguas. Por eso necesitamos hacernos creer a nosotros mismos que empezamos de cero, por eso nos auto ponemos un nuevo año como referencia para empezar a ser mejores.


Quisiera que en los propósitos no falte el arte, el talento, las ganas, el reconocimiento de nuestras obras… Pero que cojamos todo ese éxito y lo convirtamos en humildad y amabilidad, sin que parezca el trabajo más complejo del mundo; que no nos falte el amor por algo que nos mueve, que hace de inercia de tu propio cuerpo y de tu mundo circundante inmediato, que nos haga dejarnos el alma en eso, añadiéndole también un poco de motivación y esfuerzo; que no falte nuestra capacidad de quejarnos, de decir “esto no me parece justo” si está dañando nuestros derechos, de decir “esto no me gusta” si las cosas se hacen como aquel que pinta un círculo a ojo. Y además, que esa queja se acompañe de mano que reivindica, de sonrisa que ilusiona y de cabeza alta que determine; que nunca bajen los ánimos por animar a pelear con uno mismo, por enseñarnos a enseñar a los valores viejos que deben dejar ocupar su sitio a otros nuevos mejores; que nunca bajen los ánimos, a secas; que el convertirnos en mejores y más consecuentes personas sea el “¡buenos días, princesa!” que te des cada mañana; que la humanidad, como valor, no esté en peligro de extinción y que como humanidad que somos, no dejemos que el dinero, cualquier material o tecnología compre la connotación de esa palabra. No nos vendamos tan fácilmente.; que echemos de nuestra vida a aquellas personas que nos tratan como tal, como mercancía. Manda esas personas que sólo buscan una apariencia, a los que no necesitas ni te necesitan, a contemplar preciosas imágenes a un museo; que los que te hagan o te hayan hecho daño sólo existan en el espacio invisible, donde se guarda todo el dolor. Y que, además, ese espacio invisible tenga puerta al exterior para ir soltando ese contenido por tandas. Así, el espacio invisible y tú, a pachas vayáis soportando mejor ciertas resacas con nombres, apellidos y canciones asignadas; que sientas el dolor por todo tu ser por todo lo anterior mencionado. El dolor, como cualquier vacuna, luego acaba curando.; que ames mucho y por encima de tus posibilidades, nunca por debajo (salvo aquellas veces que no se merecen ni una pizca de tu sentimiento); que amando te ilusiones, que ilusionándote te des cuenta de que si no te has comido el mundo antes, es porque estabas a dieta (dieta absurda, por cierto), y que estando a dieta, te des cuenta de que comerte a ciertas personas, con los ojos o con la boca, nunca engorda; que sueñes en voz alta, pero tú sola, para evitar uno de los dobles efectos de expresarte a viva voz: que el resto se entere y se encargue de hacer de fuerza de rozamiento y te pare. El otro efecto, el de ser consciente de lo que estás pensando y llevarlo a cabo, no lo dejes atrás. Los dos os necesitaréis siempre y cuando no os tengáis os echaréis de menos. Como aquella paradoja de querer lo que no se tiene. Y así, vuelvo a preguntarme:


¿Qué quiero?
 Lo que tengo. 
Nada más y nada menos.  

                                                                                                                                            -K