¿Que qué deseo? Si hay algo esperanzador es un nuevo
comienzo, porque nos hace partícipes de esa maravillosa vista panorámica llamada
hoja en blanco. Empezamos de nuevo, pero no sin ventajas antiguas. Por eso
necesitamos hacernos creer a nosotros mismos que empezamos de cero, por eso nos
auto ponemos un nuevo año como referencia para empezar a ser mejores.
Quisiera que en los propósitos no falte el arte, el talento,
las ganas, el reconocimiento de nuestras obras… Pero que cojamos todo ese éxito
y lo convirtamos en humildad y amabilidad, sin que parezca el trabajo más
complejo del mundo; que no nos falte el amor por algo que nos mueve, que hace
de inercia de tu propio cuerpo y de tu mundo circundante inmediato, que nos
haga dejarnos el alma en eso, añadiéndole también un poco de motivación y
esfuerzo; que no falte nuestra capacidad de quejarnos, de decir “esto no me
parece justo” si está dañando nuestros derechos, de decir “esto no me gusta” si
las cosas se hacen como aquel que pinta un círculo a ojo. Y además, que esa
queja se acompañe de mano que reivindica, de sonrisa que ilusiona y de cabeza
alta que determine; que nunca bajen los ánimos por animar a pelear con uno
mismo, por enseñarnos a enseñar a los valores viejos que deben dejar ocupar su
sitio a otros nuevos mejores; que nunca bajen los ánimos, a secas; que el convertirnos
en mejores y más consecuentes personas sea el “¡buenos días, princesa!” que te
des cada mañana; que la humanidad, como valor, no esté en peligro de extinción
y que como humanidad que somos, no dejemos que el dinero, cualquier material o
tecnología compre la connotación de esa palabra. No nos vendamos tan fácilmente.;
que echemos de nuestra vida a aquellas personas que nos tratan como tal, como
mercancía. Manda esas personas que sólo buscan una apariencia, a los que no
necesitas ni te necesitan, a contemplar preciosas imágenes a un museo; que los
que te hagan o te hayan hecho daño sólo existan en el espacio invisible, donde
se guarda todo el dolor. Y que, además, ese espacio invisible tenga puerta al
exterior para ir soltando ese contenido por tandas. Así, el espacio invisible y
tú, a pachas vayáis soportando mejor ciertas resacas con nombres, apellidos y
canciones asignadas; que sientas el dolor por todo tu ser por todo lo anterior
mencionado. El dolor, como cualquier vacuna, luego acaba curando.; que ames
mucho y por encima de tus posibilidades, nunca por debajo (salvo aquellas veces
que no se merecen ni una pizca de tu sentimiento); que amando te ilusiones, que
ilusionándote te des cuenta de que si no te has comido el mundo antes, es
porque estabas a dieta (dieta absurda, por cierto), y que estando a dieta, te
des cuenta de que comerte a ciertas personas, con los ojos o con la boca, nunca
engorda; que sueñes en voz alta, pero tú sola, para evitar uno de los dobles
efectos de expresarte a viva voz: que el resto se entere y se encargue de hacer
de fuerza de rozamiento y te pare. El otro efecto, el de ser consciente de lo
que estás pensando y llevarlo a cabo, no lo dejes atrás. Los dos os necesitaréis
siempre y cuando no os tengáis os echaréis de menos. Como aquella paradoja de
querer lo que no se tiene. Y así, vuelvo a preguntarme:
¿Qué quiero?
Lo que tengo.
Lo que tengo.
Nada más y nada menos.
-K

No hay comentarios:
Publicar un comentario