domingo, 30 de julio de 2017

Monedero de princesas y otras cosas.

Creo que los niños aprenden con más facilidad a darle el valor a las cosas. Ellos conservan un objeto y se aferran a su valor sentimental como el que se aferra a su madre para buscar cobijo. Creo que pasa igual con las personas que hay a su alrededor. No juzgan, quieren sin condiciones y guardan la imagen de la otra persona en huequitos que tienen por llenar dentro de ellos; son huequitos de simpleza, llanos momento de ternura, risas, alegría...
Pero a la hora de perder, siempre perderán primero los objetos: se caen, se rompen, son frágiles, se doblan... Y esa es la primera decepción que recibimos. Hemos perdido algo muy importante para nosotros y sólo sabemos llorar y anhelar su pérdida.

Se me rompe el alma al ver que un niño ha perdido un objeto suyo, por pequeño que sea. Porque creo que inevitablemente vamos aprendiendo que las cosas se van y, de la manera más fría posible, la sociedad nos enseña que hay que reemplazarlas por otras cosas. Pero algo dentro nuestro sabe que ese hueco no se puede llenar, que ese hueco debe quedar lozano y sólo guardar recuerdos y un olor a situaciones viejas. Por eso me parte el alma ver como somos adultos aniñados que perdemos nuestras cosas, lloramos, reemplazamos y, en el peor de los casos, aprendemos que no debemos conservar nada con un valor sentimental propio del que merece.  

domingo, 26 de febrero de 2017

Tintes de rojo "sangre",

Daños. Pasado. Perdón. Anhedonia. Tantos agujeros con nombres de los que salir o en los que entrar. Como cuando te metes en un charco sin querer, por accidente, pero ya te has mojado. Tú decides cómo llevar ese contratiempo.
 Siento como si mi cara se salpicase de sangre, aún no cayendo en esos agujeros. Siento como si llevase salpicada desde hace tiempo, sólo añadiendo de vez en cuando algunas gotas nuevas de diferentes tonalidades. O no; quizás son las viejas, que constantemente son confundidas con las nuevas.
Perdón. Yo perdono, tú perdonas, él perdona, nosotros perdonamos... pero yo no. ¿Regodearse en cada uno de los vacíos con fondo es perdonar? ¿Confundir amor con manipulación y con la prestación de atención hacia mí sea que quieren algo de mí, es perdonar? ¿La busqueda de todas las respuestas es perdonar? ¿Qué es perdonar? ¿Cómo se aprende a perdonar algo?
Puede pasar que todo lo que nos aparezca sea un tercer grado con preguntas que ahogan con sus manos sutiles, tan sutiles que pueden ahogar en los momentos más inesperados en los que pensabas que sólo estaban acariciando. Que no dejan el aire pasar a tu cabeza, que no dejan pensar y establecer esa relación de amor, manipulación, centro de atención, que no dejan disfrutar de nada, que te quita tanto aire nuevo que sólo puedes pensar en el viejo, que sólo hace daño... sólo duele.
Esas manos de las que te quejabas son las tuyas propias y el ruido de alrededor que penetra entre ellas para ejercer más fuerza. De nuevo vuelves a la misma espiral de palabras que se repiten, de sensaciones que se intensifican. En un principio piensas en la opción de que quieren algo de ti, después pasa por la manipulación hasta llegar titubeante a la opción del amor. Y la eliges porque es la que quieres, sea o no, seas capaz de diferenciar algo o no.


Siempre he querido no tener que ser indecisa entre sólo esas tres, siempre me ha gustado la creatividad y diferenciar entre las gamas de más colores y escenas. ¡Al diablo, vivo en la secuencialidad! Una secuencialidad ambigua de mis propios caminos. Una secuencialidad miedosa.Una secuencialidad que no sabe muy bien qué orden tener.

Siempre  he querido aprender sobre el amor, sobre todo tipo de amor. Ya se sabe que hay infinidad de pigmentos para cada tipo de afecto. El más importante, el primero que recibes, tiene el color rosa (por la sensibilidad). El resto que recibes son de diferentes colores. Da igual cómo los llames, pero todos van a llevar el rosa implícito en ellos. En algunos casos, cuando el rosa falta, todo falla. Por ello, se podrá aprender cómo colorearlo, pero será como cuando haces el calco de un dibujo y te sale más mediocre que espectacular, independientemente de que aprendas a apreciar tus obras.

Sin embargo, siempre he querido tener lejos la manipulación y el sentir que al prestarme atención quieren algo de mí. Tus límites tienen una puerta de entrada y de salida, las cuales hay que cerrar para evitar intrusos y abrir para airear todo. El mundo es una manipulación constante de todo tipo de asuntos, ya casi cuesta reconocerlo. La pena es el valle de culpables que colorea a su paso esa manipulación. La utilización además le da un matiz más sombrío que le hacía falta.

Siempre y siempre. El absolutismo es así, tan jodido como todo lo anteriormente mencionado. El absolutismo también hace que se vuelva a caer una y otra vez en la espiral de daño, pasado, perdón, anhedonia. ¿Y qué nos sacará de ahí? ¿Qué lo hará petar? Todo me habla de arte, da igual cuál de ellas sea.

sábado, 28 de enero de 2017

El leve ser.

Dejo fluir las ideas que están enredadas en un ovillo. Puede que todo parezca desorganizado, cutre y tedioso, pero bien intencionado, al fin y al cabo. Como lo puede ser una persona como yo y como tú. Como lo pueden ser los pensamientos, las películas internas que recorren nuestras cabezas: desorganizadas, cutres y tediosas. Y puede que hasta irreales.
Por eso es tan maravillosa la mente y sus quimeras, mirándose todas ellas en una habitación llena de espejos colocados de tal manera que sólo se ven reír las unas a las otras. Nunca lloran, es su gran proeza (o no). Ni siquiera, cuando las consigues calmar y alejar de ti, lloran o se ponen tristes. Sólo esperan con paciencia, como un mejor amigo que está ahí hasta cuando has decidido que quieres escapar de algo que no está. Ellas también huyen, de lo que sea y a donde sea. Y se excusan con que el miedo les obliga, como si estuvieran en una especie de estado dictatorial. Creo que no entienden de amor, porque a veces éste tiene tantos límites, tan pocos barrotes y tantos destinatarios, que te encuentras en una tesitura inusual, con matices y viveza, como la rosa que determina qué parte del contrato invisible tienes que cumplir, que aceptas y que no de ese tu puto contrato (que probablemente no hayas creado ni tú).

Pero, ¿y si te digo que esas quimeras comen todos los días de caliente y tienen alojamiento para dormir? ¿Y si te digo que tú mismx le alquilaste cuanto tenías? La levedad de tu ser recordará que se olvidó de enseñarles todas esas cosas en las que van a ciegas. Y te prometes encarecidamente que volarán. Lo harán de manera preciosa y magestuosa.
Aunque no sean lo más inefable de este mundo.
Aunque a veces tu ser puro y bello signifique la absoluta caída de éstas.

lunes, 9 de enero de 2017

Antroponormoadultfalocentrista.

No sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero yo creo que ser normal o no es algo que trasciende más allá de unas ideas o unos comportamientos que van acorde unas leyes no naturales. Que estas leyes no sean naturales ya es la primera señal que pone en tela de juicio la normalidad.
La relatividad de la normalidad también se puede ver en que cualquier problema resulta un problema si la persona misma considera que es un problema para ella. Aquí nos muestra lo efímero que es lo considerado normal: en un segundo algo es normal, pero al rato puede tornarse en no normal. Y ni siquiera tiene que pasar tiempo para que algo sea visto como normal y no normal a la vez, la dualidad que encontramos vista desde dos cabezas diferentes.
Si la normalidad es tan efímera como el lenguaje oral, ¿quién dice que no la establezcamos cada uno en nuestra cabeza? Un montón de cabezas pensantes, retro-alimentándose los unos a los otros, uniéndose en familias, grupos de amigos, religiones, sociedades, culturas... todos éstas plataformas de hechos que se llaman normalidad. ¿No es la normalidad una excusa, a veces no tan obvia, de segregación y discriminación? ¿No es la normalidad el mejor de los pretextos para atentar contra la ética y la moralidad?
La necesidad de dejar escrito aquello que es normal es otra señal de su fugacidad. El tiempo que se invierte en cambiar esos escrito es otra. Como si al no escribirlo se nos olvidase aquello que tenemos que categorizar como semejante o diferente a nosotros. Parece algo más como una apaciguación para cada uno de nosotros o algo más como una facilitación del trabajo a mentes que les quema el pensamiento divergente, por él mismo.
Al igual que la normalidad, queremos pensar en la palabra libertad y se nos abre la boca y la mirada hacia delante al pronunciarla. La libertad está en la mirada de cada uno y a la vez en la de ninguno. Hoy en día está muy claro que no hay libertad ninguna, pero si la situación fuese distinta, ¿habría libertad? ¿Y qué es la libertad en un mundo de influencias, de sociedades, culturas e ideas sino una invención para hacernos sentir mejor? Considero que sólo seremos totalmente libres cuando muramos, puesto que no tendremos nada que perder ni que ganar, no deberemos nada a nadie y nadie nos podrá influenciar (entendiendo este concepto en su máxima amplitud: en el ámbito de las ideas, en el ámbito emocional, etc). Aún cuando morimos le quitamos un poco de libertad a alguien, pues algo de nosotros puede quedar en esa/esas personas, las cuales pueden arrastrar nuestra carga toda la vida.
Si el ser humano va aprendiendo a vivir y a adaptarse en su entorno mediante la imitación, ¿cómo podremos tener libertad? Ni siquiera el realizar una acción que haces porque quieres, porque la has elegido tú, es libre. Probablemente te centres (consciente o inconscientemente) en que tu acción no determine la condena de las necesidades de otra persona/animal/cosa. Todo esto me hace pensar en una cosa que oí hace un tiempo: "el silencio absoluto no existe", porque aunque todo estuviese absolutamente callado, aún seguiríamos oyendo nuestro corazón latir y la sangre correr por las venas.


Y la libertad y la normalidad se quedaron en silencio absoluto.

Y nuestros oídos las oían latir normales y libres.

lunes, 7 de noviembre de 2016

"My teacher has green eyes, red hair and she is nice."

La pluralidad y la diversidad parecen penadas, y así, cada uno tiene que seguir su lucha. Normalmente por separado, porque la segregación es lo único que parece no estar penado.

¿La lucha de los niños quién la hace? Si ni siquiera sus propios educadores (tanto profesionales como padres) dejan de establecer una relación de poder-sublevación. Si ni siquiera el país, genéricamente hablando, piensa en ellos. No es un país para niños. Son ninguneados, engañados, manipulados… Pero esto es lo “menos" jodido que se les puede hacer. Lo de quitarles su identidad es otra historia. Estamos dejando a los niños sin identidad porque les obligamos a hacer cosas que ellos preferirían hacer en otro momento y, además, lo hacemos constantemente. No hablo de cosas que son necesarias que hagan por su propio bien, entiendiendo por propio bien aquello que realmente lo es, no lo que pensamos nosotros (con nuestra mente turbada de adultos) que es. Pero, ¿quién sabe cuál es la identidad de los niños, si es una sociedad pensada para las necesidades de los mayores? Una vez, una sabia conocida me dijo que aquello que les gusta a los niños siempre nos gustará a nosotros y que, ya que en este mundo pasarán ellos más tiempo, lo justo es que lo hagamos a necesidades de ambos, o lo que es lo mismo, a sus necesidades. Pero se nos olvida una cosa: dejar de olvidar que una vez fuimos niños. 
Practicamos la empatía (menos de lo que deberíamos, debo decir) con los mayores, pero no nos paramos a pensar qué siente un niño, qué piensa un niño, qué puede necesitar… Pensamos que un niño es una muñeca de éstas que promocionan constantemente en Navidad, que habla si la empujas a hacerlo presionando un botón, se las puede alimentar y las hay que hasta duermen. Fabricamos cosas para niños y las creamos nosotros, los mayores. ¿Quién nos ha dado esa libertad total? Luego nos da en la cara el mal uso/uso incorrecto del objeto/lo que sea que hayamos creado por parte del niño; como si hasta el descubrimiento de la vida, del juego y de las experiencias lo tuviesen que hacer como nosotros queremos. Pero, me atrevería a aventurar, que los niños son muchos más creativos que nosotros, no tienen nada de lo que envidiarnos. Tienen la apertura mental de alguien que está vacío y dispuesto a llenarse, utilizan el método científico sin saberlo, tienen sentido crítico desde pequeños puesto que van a cuestionar todo el mundo (conceptual o físico) que has hecho tanto hincapié en crear para él… Quizás es eso lo que nos fastidia: que alguien nuevo e inexperto venga a cuestionar algo que ya tenemos bien formado. Error el nuestro ese de caer en el enclaustramiento de la vejez, llegando así, otra vez, al punto del arrebatamiento de la identidad del niño. Ese cierre mental no es más que la coartación del nuestro niño interno. Otro más. Les quitamos la identidad y además ahora el sentido crítico, año tras año, en todos los ámbitos. ¿Y ese es el futuro del que depende el mundo? ¿Seres sin identidad? Día a día gastamos energía en quejarnos sobre la mala Educación que hay, pero amigos, la educación la prohibimos nosotros en el momento en que contenemos las ganas de vivir de los seres más puros, de la naturaleza propia: el caos con cierto orden. Eso son los niños. Tememos que en nuestro mundo de estructuras se descuelgue algo, porque necesitamos creernos seres estables y maduros. Como si no estuviésemos en constante cambio, como si no tuviésemos una base estable de la que siempre hemos partido, desde que nuestra mente empezó a darse forma...

Para que la sociedad cambie necesitamos establecer una relación de armonía con nosotros mismos, y, por ende, con los niños.Cuando todo está en armonía no es necesario probar los límites de nadie y se crea un todo que se desarrolla conjuntamente.
Necesitamos olvidar y des-olvidar. Olvidar que los niños son inferiores a nosotros y des-olvidar que algún día fuimos niños. 
Necesitamos dar amor a nuestros sucesores, porque es el abono natural y universal, que muchas veces evitamos utilizar porque requiere más trabajo y más salidas de nuestra maravillosa zona de confort, cayendo en lo insustancial y frío de la instrucción sin propósito alguno mas que el propio. Si les quitamos el derecho a lucha con nuestros actos/palabras, ¿quién luchará/pensará por/en ellos entonces?
                                                                                                                                       -K.

martes, 1 de noviembre de 2016

"Cómodo. Sagrado. Adiós."

Adíos cauteloso, paradoja de todo lo sonoro que desprendía como si lo malgastase.
Y los espectadores, actores de segunda, con la risa de alguien que cree que ha triunfado, lloran.
Sin causa, con pausa, con cara confusa, lloran.
Un reloj desciende contabilizando cada gota, necesidad que quedó en nada con un giro de manecilla.
Todo seco. Ojos secos.
Todo mojado. El ambiente encharcado.
Todo claro. El presente cristalino.
Al final todo significó algo. ¿Al final "todo" significó "algo"?

                                                                                                                             -K.

viernes, 29 de julio de 2016

Mirada perdida a la comprensión.

Puse los horizontes y el punto de fijación más profundos, y lejanos a la vez, de la superficie para permitirme perder una vez la mirada en un deseo real. Descubrir un mundo nuevo desde unos ojos y un cerebro nuevo. El miedo del principio no lo decía en alto, pero si estaba ahí era por algo e incomodaba el muy cabrón. Primer día con nuevo cerebro y ojos nuevos. La torpeza es real y comprensible, pero la ilusión se ha hecho material. Un solo cerebro nuevo dividido en miles de trocitos chiquitines y diferentes. La cantidad enorme de peculiaridades de cada uno era como obras de arte por desmenuzar y descubrir. No me costó mucho mirar a cada uno de ellos con asombro y amor. Y hasta puedo decir que me identificaba con ellos, aunque a día de hoy no sé si esta sensación fue a priori o después de pasar un mes con ellos.
Los segundos, terceros, cuartos días, etc., el cerebro y ojos nuevos se adaptaban mejor. Vas conociendo las pequeñas costumbres repetitivas de cada uno. Hasta de los que no tienes que estar pendiente. Casi siempre me encontraba con miradas perdidas, pero cuando me encontraba con una que me miraba de frente, sólo hacía eso: encontrarme. A veces me hablaba como si me pidiese que le contase qué estaba pasando por mi cabeza, puesto que con su boca no podía. A veces sonreía. Eso era lo mejor. Yo hablaba. Pobre de mí, con ese pensamiento de que todo se lidia hablando. Me creía ignorada, pero no. Esos chiquitines sabían perfectamente hasta la última palabra, pero tú lo intuías por su forma de expresarlo. Te hacían ver que la comunicación es muy amplia, sólo si quieres y tienes ganas de entender.
También aprendí de esos pequeñines que la soledad no es tan mala como parece. Yo ignorante, me dejaba invadir por la pena hacia esa soledad suya. Ellos venían y me daban un abrazo y un beso dándome una respuesta amplia e inmediata a mi pena sobre su soledad. Más que una respuesta, una lección. Y aunque a veces parecía que siguiesen solos y su mirada no se dirigiese a ti, sus actos y sus palabras, si les salían, sí. Su mirada podía perderse acompañándote durante larguísimos minutos y haciéndote saber que estaba en este mundo mostrándote de vez en cuando que estaba ahí contigo. A gusto. Tranquilo. Calmado. Pausado. Quién sabe si reflexivo.
No todo era calma, por supuesto. “Moverse es sinónimo de estar vivo” y sí, ellos lo estaban. A veces demasiado. A veces, intentando ver que lo estaban, infringían daño por estar soportando convenciones innecesarias en su mundo y tan arraigadas en el nuestro y a nosotros, que nos dedicábamos a hacérselas ver sin reparo alguno. El daño significaba “¿por qué, maldita sea?”. Una de esas convenciones era la mentira. No soportaban la mentira, el chanchullo, el maquillaje de situaciones y el descubrimiento de la realidad mucho después. Quizás aquí fue donde más me identifiqué con ellos, por ello recibí cada uno de los golpes metafóricos y reales sin enfado y con paciencia.
Siguiendo con la ausencia de calma, recuerdo el papel de los chiquitines y la importancia del nuestro. Podrían intentar muchas veces ponerte al límite y tu error sería siempre verlo como el enemigo al que hay que exterminar. Lo acertado era la disciplina en valores y en emociones. Era divertido recordar en voz alta cómo te estabas sintiendo. Aprendías que era una cosa que no hacías ni tú para ti mismo. También tenían frustración física inevitable y fruto de la prisa de éste nuestro ambiente con ruidos de todo tipo y agobios de todos los colores. La frustración le golpeaba, le tapaba los oídos, sollozaba, etc., como manera de evitarla.
Lo cierto es que no todo era tan duro. Muchas veces, o la mayoría del tiempo, podría llamarse agotador, sin ser sinónimo de algo pesado e inaguantable. El aprendizaje, el cariño, la comprensión, la atención, nuevas perspectivas, vitalidad, etc., que recibías de ellos, pesaba mucho más.  Y eso no se podía pagar.
Lo  cierto es que costaba no levantarse con ganas y tener la certeza de que, aunque ellos sean más de patrones repetitivos,tú siempre ibas a descubrir algo nuevo. Y esa era la magia de llevar un cerebro y ojos que no eran tuyos: estar dispuesta a comprender la novedad y apreciarla como tal.
No estaba sola en esa tarea, me acompañaban día a día, haciendo todo más fácil. Y oye, al final, cuando estás pillando el truco de magia, tienes que recoger el espectáculo.
Con buen sabor de boca. Y sonriendo con la mirada. ¿Qué más da si perdida o no? Siempre habrá un interlocutor dispuesta a encontrarla.

Y joder, muchas gracias.