sábado, 28 de enero de 2017

El leve ser.

Dejo fluir las ideas que están enredadas en un ovillo. Puede que todo parezca desorganizado, cutre y tedioso, pero bien intencionado, al fin y al cabo. Como lo puede ser una persona como yo y como tú. Como lo pueden ser los pensamientos, las películas internas que recorren nuestras cabezas: desorganizadas, cutres y tediosas. Y puede que hasta irreales.
Por eso es tan maravillosa la mente y sus quimeras, mirándose todas ellas en una habitación llena de espejos colocados de tal manera que sólo se ven reír las unas a las otras. Nunca lloran, es su gran proeza (o no). Ni siquiera, cuando las consigues calmar y alejar de ti, lloran o se ponen tristes. Sólo esperan con paciencia, como un mejor amigo que está ahí hasta cuando has decidido que quieres escapar de algo que no está. Ellas también huyen, de lo que sea y a donde sea. Y se excusan con que el miedo les obliga, como si estuvieran en una especie de estado dictatorial. Creo que no entienden de amor, porque a veces éste tiene tantos límites, tan pocos barrotes y tantos destinatarios, que te encuentras en una tesitura inusual, con matices y viveza, como la rosa que determina qué parte del contrato invisible tienes que cumplir, que aceptas y que no de ese tu puto contrato (que probablemente no hayas creado ni tú).

Pero, ¿y si te digo que esas quimeras comen todos los días de caliente y tienen alojamiento para dormir? ¿Y si te digo que tú mismx le alquilaste cuanto tenías? La levedad de tu ser recordará que se olvidó de enseñarles todas esas cosas en las que van a ciegas. Y te prometes encarecidamente que volarán. Lo harán de manera preciosa y magestuosa.
Aunque no sean lo más inefable de este mundo.
Aunque a veces tu ser puro y bello signifique la absoluta caída de éstas.

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