Daños. Pasado. Perdón. Anhedonia. Tantos agujeros con nombres de los que salir o en los que entrar. Como cuando te metes en un charco sin querer, por accidente, pero ya te has mojado. Tú decides cómo llevar ese contratiempo.
Siento como si mi cara se salpicase de sangre, aún no cayendo en esos agujeros. Siento como si llevase salpicada desde hace tiempo, sólo añadiendo de vez en cuando algunas gotas nuevas de diferentes tonalidades. O no; quizás son las viejas, que constantemente son confundidas con las nuevas.
Perdón. Yo perdono, tú perdonas, él perdona, nosotros perdonamos... pero yo no. ¿Regodearse en cada uno de los vacíos con fondo es perdonar? ¿Confundir amor con manipulación y con la prestación de atención hacia mí sea que quieren algo de mí, es perdonar? ¿La busqueda de todas las respuestas es perdonar? ¿Qué es perdonar? ¿Cómo se aprende a perdonar algo?
Puede pasar que todo lo que nos aparezca sea un tercer grado con preguntas que ahogan con sus manos sutiles, tan sutiles que pueden ahogar en los momentos más inesperados en los que pensabas que sólo estaban acariciando. Que no dejan el aire pasar a tu cabeza, que no dejan pensar y establecer esa relación de amor, manipulación, centro de atención, que no dejan disfrutar de nada, que te quita tanto aire nuevo que sólo puedes pensar en el viejo, que sólo hace daño... sólo duele.
Esas manos de las que te quejabas son las tuyas propias y el ruido de alrededor que penetra entre ellas para ejercer más fuerza. De nuevo vuelves a la misma espiral de palabras que se repiten, de sensaciones que se intensifican. En un principio piensas en la opción de que quieren algo de ti, después pasa por la manipulación hasta llegar titubeante a la opción del amor. Y la eliges porque es la que quieres, sea o no, seas capaz de diferenciar algo o no.
Siempre he querido no tener que ser indecisa entre sólo esas tres, siempre me ha gustado la creatividad y diferenciar entre las gamas de más colores y escenas. ¡Al diablo, vivo en la secuencialidad! Una secuencialidad ambigua de mis propios caminos. Una secuencialidad miedosa.Una secuencialidad que no sabe muy bien qué orden tener.
Siempre he querido aprender sobre el amor, sobre todo tipo de amor. Ya se sabe que hay infinidad de pigmentos para cada tipo de afecto. El más importante, el primero que recibes, tiene el color rosa (por la sensibilidad). El resto que recibes son de diferentes colores. Da igual cómo los llames, pero todos van a llevar el rosa implícito en ellos. En algunos casos, cuando el rosa falta, todo falla. Por ello, se podrá aprender cómo colorearlo, pero será como cuando haces el calco de un dibujo y te sale más mediocre que espectacular, independientemente de que aprendas a apreciar tus obras.
Sin embargo, siempre he querido tener lejos la manipulación y el sentir que al prestarme atención quieren algo de mí. Tus límites tienen una puerta de entrada y de salida, las cuales hay que cerrar para evitar intrusos y abrir para airear todo. El mundo es una manipulación constante de todo tipo de asuntos, ya casi cuesta reconocerlo. La pena es el valle de culpables que colorea a su paso esa manipulación. La utilización además le da un matiz más sombrío que le hacía falta.
Siempre y siempre. El absolutismo es así, tan jodido como todo lo anteriormente mencionado. El absolutismo también hace que se vuelva a caer una y otra vez en la espiral de daño, pasado, perdón, anhedonia. ¿Y qué nos sacará de ahí? ¿Qué lo hará petar? Todo me habla de arte, da igual cuál de ellas sea.