lunes, 28 de diciembre de 2015

¿Salvarnos de qué?

Volví a pasar por la puerta en la que estaba la sirena que nos acompañó, la campana por la que fuimos salvados. La puerta en la que juramos, desjuramos, perdimos las ganas y tantas veces las derrochamos. Pero ya no estabas. ¿Cuánto tiempo llevas sin pasar por ahí? Ni siquiera yo estaba por ahí. Un recuerdo, una reminiscencia, de estos tan vivos que sientes el puñal clavándose en tus ojos, para no ver, para que el nuevo dolor resuene más que el viejo del alma; trabajo fácil.

Seguimos caminando y la sirena sigue ahí. A veces, a lo lejos, puedo oírla. Suelto una sonrisa amarga. Aunque ese sabor a agua con sal cristalina de la amargura sabe bien; las sonrisas también saben bien. Al menos eso me decías, que la mía sabía como aquella miel que no está hecha para la boca del asno.

Así que, me quedo con eso; porque ni siquiera la campana quiere salvarnos ya.


¿Salvarnos de qué?, pregunta.

                                                                            
                                                                                                                               -K

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Donde quiera que pretendas llegar...

¿Por qué esa cara de sufrimiento, pequeña? Siempre acabas preguntándote para llegar a algún lado. Al igual que preguntabas cuando querías encontrar una calle, al igual que cuando preguntabas, pero ya sabías. No se pregunta con una certeza, a menos que ésta sea invisible e impenetrable. Como aquellos sentimientos que sólo salen cuando ves, escuchas o te empapas de la atmósfera que creaba (y crea) una canción.
De repente, te pones a llorar. ¿Cuál es tu motivo? Aquí viene otra pregunta. Joder, deja de querer llegar al final del camino como si no supieses que estás en un bucle repetitivo. El mismo trayecto, una y otra vez, hasta automatizarlo. Somos seres de hábitos: necesitamos acostumbrarnos a todo lo malo de este mundo, porque a lo bueno ya está uno acomodado, como innatamente.
Entre el cielo y el infierno siempre acabaríamos eligiendo el área intermedia. Hipócritas imparciales que esperan de ellos mismos ganarse la tierra santa quemando un valor, el más valioso, enfrente de la puerta que permite el paso a ésta.


¿Por qué escribes esto? ¿Por qué te expresas con dolor y desesperanza? Si quisiese caminar, contestaría. Si quisiese contestar, vomitaría todo. Si no hubiese querido empezar algo alguna vez, nunca me hubiese preguntado nada.











                                                                   -K