Lo cierto es que nunca he sabido cómo actuar correctamente,
si dejarme llevar o simplemente dejarlo ir, si desenterrar ese sentimiento que
algún día las desilusiones y decepciones me hicieron enterrar. Un te quiero mal
dicho, eso es lo que temes. Disfrutar es tu meta desde aquella primera
decepción: ni un te quiero más, ni un abrazo sincero más, ni la misma sonrisa; nunca
más… Tu corazón se hace de plomo. Nada ni nadie puede pertubarlo ya, hacer que
se sienta vivo, hacer que sienta que nada, absolutamente nada, lo puede parar
porque corre a contrarreloj sin importar lo que le rodea. Olvidas todo, a
todos. Sólo te queda frialdad, dureza, escarmientos… Hasta que llega, ese
interruptor que se acciona diciéndote ‘¡hey! ¿qué me está pasando? ¿hace cuánto
que no sentías esto?’. Vuelves a sentir, crees que no debes hacerlo, no estás
del todo segura que quieras hacerlo, pero te dejas llevar. ‘Con cautela’ te repites constantemente, aunque al primer
‘me gustas’ olvides la jodida advertencia. Lo bueno de todo esto es que la
experiencia habla por sí sola, (y la naturaleza humana) y la decepción pasa a estar en mis planes. Pero,
¿sabes qué? Esta vez es una de las tantas veces que te quedarán por vivir, en las
que tu corazón demuestre que ha revivido, sí, pero no con la misma esencia ni
la misma vivacidad; para eso siempre
faltarán tiempo, ganas y la persona correcta…
-K